Ya después de varias cuestas y curvas cerradas, donde no se puede tener ni idea de qué hay al otro lado, uno llega a lo que fue el centro de Cinchona. No hay rótulos ni nada, como suele ocurrir en los pueblillos rurales, nada mas empiezan a aparecer casas, la plaza, la cantina... lo que había por ahí.
Andar en Cinchona ahora es como andar en un pueblo fantasma. Casi. Lo que lo salva es una que otra persona que anda por ahí perdida, y los carros que se topa uno de paso. De la gente que vivía, no queda nadie... ni los perros. Solo los que van a arreglar alguna cosa en las pocas casas que quedaron. Es curioso, se siente uno como en alguna versión rara de The Stand o The Omega Man. El pueblo está ahí, algunas casas también... pero por ninguna parte se ve la gente.
Pero si uno se fija con cuidado, las paredes cuentan toda una historia. En todas quedaron las marcas de los que escaparon, y los que anduvieron luego buscándolos. Es una lástima que muchas de las casas ya las hayan botado, porque ahí estuvo escrita buena parte de la historia de esos días de enero cuando nadie supo ni qué, ni a dónde.
Y entre todos los escombros, uno encuentra muestras de aquello que se dijo, pero que ya casi nadie recuerda. La gente no quiere construir como tiene que ser en este país. Porque no saben, porque no tienen la plata, o porque les da pereza. La gente no construye las cosas como le dicen los códigos. Y las consecuencias, no discriminan.
terremoto de cinchona
3 de junio de 2009
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3 comentarios:
Excelente !
Muy buen post !
Excelentes fotos Marito!!
Cada pared, cada techo, cada escombro tiene una historia que contar.
Saluditos
Primero, que buenas fotos!
Segundo, si yo hace unos días andaba por esos rumbos y se siente feo...
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